La primera vez que ví a
Hachim fue en un bar junto a otros escritores con los que nos juntamos esa vez.
Mi primera impresión fue de un maestro Roshi, un viejo escritor al que se puede
acceder (no siempre se puede en esta cloaca-inframundo litrerario) y obtuve por
un intercambio fortuito un ejemplar de homúnculos y humanoides. No sabía o no
pesqué el hecho de que fuera Doctor en literatura. Ese día me tomé un café y
una mineral y discutí con dos autores causas que ellos no comprendieron del
todo. Lo dejé sobre mi mueble, lo eché a pelear con la segunda mitad de un
Dostoievsky y un ejemplar de “cuentos Latinoamericanos” que robé de cierta
institución. Lo tomé una tarde de domingo que el rigor de la vida familiar
(RVF) me dio una tregua y me sumergí en sus breves historias.
Me encontré cara a cara
entonces con esta prosa inspiradísima, fluida, dinámica y emotiva en que el
narrador externaliza su diálogo a un otro que es un amigo, el lector o un
escuchante al otro lado del teléfono. Se narran lugares conocidos, cercanos, desde
un instante latente, desde un punto sin retorno, haciendo de estos cuentos un
legado y una reflexión de cosas olvidadas. De nuestras propias humanidades a
veces inconexas con respecto al avance del tiempo.
Hay collages de voces,
hay mezclas de detalles costumbristas desarrollados de forma lúdica y
romántica. Hay retazos inolvidables de Chile y esa historia olvidada, de personajes que
se van haciendo fantasmas a los que se les reivindica con rigor academicista pero
al mismo tiempo con ese desenfado de nuestro lenguaje natural, que estoy seguro
releeré, como toda obra que adquiere para mí esta característica de clásico.
Destaco el cuento “Canta
nomás, Ñico” cuyas páginas me causaron esa picazón en el cuello, que sólo he
sentido cuando estoy en presencia de una auténtica pieza de arte. Unique.
Tuve la oportunidad de
volver a reunirme con Hachim. A pesar de que él seguía siendo ese tipo piola, ahora lo observaba, desde lejos. Entendiendo mucho mejor los silencios que hacía luego de cada risa y comentario antes del sorbo de pinot, mirando con eso que se denomina comunmente como admiración.
Hachím, Luis, 2012, Cuentos: “Sobre homúnculos y humanoides”, Santiago: librosdementira